En el flujo y reflujo de la vida, el cambio es un compañero constante. Apelando a nuestra experiencia: cambio es aquello de lo que está hecha la realidad. ¿Qué pasaría si la energía en el universo dejara de cambiar? ¿Qué ocurría si las moléculas, los átomos y sus partículas dejaran de moverse? ¿En qué tipo de realidad viviríamos si el tiempo no transcurriera? Ni siquiera podemos imaginar tal cosa, porque la imaginación misma está sujeta al cambio y está basada en nuestra experiencia, que es siempre experiencia del cambio.
No es el cambio en sí mismo lo que conlleva sufrimiento, sino nuestro apego excesivo a las cosas en un determinado momento de la vida. Dicho apego se basa en el miedo —con muchos rostros— y en la ilusión de la permanencia. Lo cierto es que el cambio es necesario para la existencia misma de las cosas en este universo, único que hasta el momento conocemos. Por lo que aprender a vivir en contacto con la realidad es aprender a fluir con el cambio como quien ha aprendido a navegar sobre aguas a veces tranquilas, a veces tormentosas, sabiendo manenerse a flote y en calma. Como dice bellamente la autora Sharon Salzberg (2011):
«La satisfacción y la calidad de nuestras vidas dependen de nuestro nivel de conciencia».
Neuroplasticidad y cambio
No somos seres estáticos, sino que estamos evolucionando continuamente. Cada experiencia que encontramos, cada desafío que enfrentamos, remodela nuestras vías neuronales, influyendo en la forma en que pensamos, sentimos y reaccionamos a los eventos futuros. Esta maleabilidad neurobiológica y mental es un testimonio de nuestro potencial inherente de crecimiento y transformación.
La idea de aprender a fluir con el flujo siempre cambiante de la realidad se alinea con el concepto de neuroplasticidad: nuestros cerebros son maleables y capaces de aprender a adaptarse a los cambios. Esta adaptabilidad de nuestro cerebro —y de todo ser vivo— no es solo un hecho biológico, sino también un faro de esperanza, pues significa que somos eternos aprendices y que el cambio, aunque inevitable, puede ser un camino hacia el desarrollo personal. Ahora bien, para aprender de los cambios necesitamos estar atentos, estar conscientes de nuestras formaciones mentales —pensamientos y emociones, principalmente— en el momento presente. Como dice el psiquiatra y neurocientífico, Daniel Siegel (2018):
«Donde va la atención, fluye la activación neuronal y crece la conexión neural».
Este es un principio central en su libro "Aware: The Science and Practice of Presence", donde Siegel aborda la idea de que lo que hace nuestra mente cambia la forma en que se comporta nuestro cerebro y esto puede tener efectos duraderos en cómo actuamos y quiénes somos. De allí que cultivar la atención plena o Mindfulness no es un lujo para personas que tienen tiempo libre, sino una necesidad inherente a nuestra mente, una necesidad de nuestro ser más profundo que requiere de equilibrio emocional y atención serena para poder no sólo superar crisis personales y socioambientales, sino también aprender de cada experiencia y evolucionar en los planos personal y socio-relacional (Kabat-Zinn, 2013).
Metacognición
La metacognición es la habilidad de observar las propias formaciones mentales (pensamientos, creencias, recuerdos, imaginaciones, emociones, sensaciones...) y juega un papel crucial en el aprovechamiento de la neuroplasticidad. Implica dar un paso atrás y observar nuestros procesos emotivo-cognitivos, como si fuésemos un observador sereno frente a nuestro paisaje mental, sea cual sea el estado de nuestra mente en el momento presente. Esta práctica reflexiva es la que se cultiva en el Mindfulness, la cual nos permite reconocer nuestros patrones o hábitos de pensamiento y comportamiento, lo que nos ofrece una muy valiosa información sobre nuestro funcionamiento mental. Al comprender estos patrones, podemos dirigir conscientemente nuestros pensamientos, transformar nuestros estados emocionales nocivos en otros más beneficiosos, y nuestros hábitos perjudiciales de comportamiento en otros más positivos y saludables.
Aceptación: El primer paso hacia el cambio
La aceptación es quizás la parte más desafiante de lidiar con los cambios de la vida. Se trata de hacer las paces con los hechos sin pretender ignorarlos o rechazarlos cuando no se adecúan a nuesras expectativas. Aceptar los hechos no es un signo de derrota, sino un primer paso hacia un cambio interno significativo. La aceptación no significa resignación ni pasividad; es, más bien, un reconocimiento activo del estado actual de las cosas; e implica un discernimiento sincero de cuáles podemos modificar y cuáles simplemente debemos reconocer y aceptar como hechos consumados, no pasibles de modificación o cambio. A medida que aceptamos los hechos, independientemente de si se amoldan o no a nuestras expectativas, hacemos las paces con la realidad, y nos predisponemos a aprender de nuestras experiencias, sacando lecciones y fortalezas de lo vivido.
Ejercicios
1. Meditación de atención plena: Comienza centrándote en tu respiración. A medida que respiras y exhalas, observa tus pensamientos y emociones, sin juzgar. Esta práctica mejora tu habilidad metacognitiva, ayudándote a ser más consciente de tus formaciones mentales, lo que te permitirá una mayor autorregulación emocional.
2. Diario de neuroplasticidad: Cada día, anota las nuevas experiencias o desafíos a los que te enfrentaste y cómo reaccionaste ante ellos. Reflexiona sobre cómo estas experiencias podrían estar remodelando tus procesos de pensamiento.
3. Ejercicio de aceptación: Identifica un cambio en tu vida que te resulte difícil de aceptar. Escribe tus sentimientos sobre este cambio y explora por qué te es difícil de aceptar. Luego, anota los posibles resultados positivos y/o los aprendizajes obtenidos de este cambio.
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En suma, a través de la neuroplasticidad, nuestros cerebros nos proporcionan la capacidad de adaptarnos y evolucionar. La metacognición nos ofrece la posibilidad de entendernos mejor a nosotros mismos, y la aceptación allana el camino para la transformación hacia una cada vez mejor versión, más sabia y compasiva, de nosotros mismos.
Recuerda que los cambios de la vida, ya sean pequeños o monumentales, son oportunidades de crecimiento y aprendizaje, si conservas ante ellos una actitud de apertura mental y cierto desapego respecto de tus expectativas o deseos.
Hasta la próxima,
Marcelo Aguirre
Referencias
Siegel, D. (2018). Aware: The Science and Practice of Presence.
Kabat-Zinn, J. Full Catastrophe Living (Revised Edition).
Salzberg, S. (2011). Real Happiness: The Power of Meditation.
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