La cultura del consumo nos ha engañado, nos ha vendido 'espejitos de colores', nos ha hecho creer que la felicidad es algo externo a nosotros mismos, algo que nos entretiene, nos hace escapar de preocupaciones, nos hace olvidar frustraciones, nos hace salir de nuestro presente. Y es verdad que evadirnos con algo divertido, o comprar algo nuevo genera en nuestro cerebro sustancias (dopamina, endorfinas...) que nos hacen sentir una momentánea alegría y un placer fugaz. Sin embargo, eso está lejos de ser felicidad, al menos aquella que busca nuestro corazón y que confundimos muchas veces con los espejitos de colores que nos entusiasma tanto conseguir y que tan vacíos nos dejan una vez conseguidos.
¿Qué pasaría si la felicidad que buscamos estuviera al alcance de nuestra mano, siembre, y sin tener que gastar un centavo? Como bien dice el Dalai Lama XIV,
«La felicidad no es algo prefabricado. Surge de tus propias acciones».
Esto significa que la felicidad no es algo que simplemente podamos adquirir o encontrar en algún lugar, objeto o persona, sino algo que debemos crear y cultivar activamente en nuestras propias vidas.
Aquí van algunas sugerencias (tips) para practicar el arte de crear nuestra propia felicidad en el día a día:
Practicar el agradecimiento
Una de las maneras más sencillas, poderosas y efectivas de crear felicidad en nuestra mente es considerar todos los motivos reales, concretos que tenemos para estar agradecidos. Podemos empezar por lo que tenemos más cerca: agradecer por los órganos de nuestro cuerpo. Por ejemplo, el corazón, no ha dejado de latir día y noche desde que nos gestamos en el vientre de nuestra madre hasta este preciso momento, y sin ello no podríamos estar aquí y ahora. A nuestro corazón le decimos: ¡Gracias! Lo mismo con nuestro hígado, cerebro, intestinos, páncreas... hasta el dedo más pequeño de cada pie. Fuera de nuestro cuerpo, agradecer por el aire que respiramos, el agua que bebemos, el suelo que nos sostiene, el alimento, las plantas, animales y personas que nos rodean...
Si estuviésemos constantemente conscientes y agradecidos por cada cosa buena, positiva, intrínsecamente valiosa que tenemos en nuestras vidas, nuestro corazón estallaría de felicidad. Lo difícil aquí es vencer el hábito del malestar que hemos construido previamente. Es decir, nos hemos acostumbrado a focalizar nuestra atención y pensamientos en aquello que falta, lo que aún no tenemos, lo que creemos que deberíamos tener para así, algún día, sentirnos menos infelices. Contrariamente, podemos crear un hábito del bienestar si centrarnos nuestra mente cada día en las cosas por las que estamos agradecidos; así nos sentiremos más positivos y contentos.
¿Qué te parece la práctica diaria de escribir tres cosas por las que estás agradecido, sin importar lo pequeñas que parezcan?
Sonreír
La sonrisa se asocia en nuestro cerebro a un estado de tranquilidad y bienestar. Sólo sonreír puede inducir un cambio positivo en nuestro estado de ánimo. Sonreímos siempre que nos sentimos seguros, relajados y contentos. Generar el hábito de sonreir, sin exagerar, sin ánimo de burla o sarcasmo, sino con la intención de conectar con las semillas de bienestar que hay en nuestro interior, puede ser un hábito tan simple como tremendamente poderoso que, poco a poco, va creando felicidad en nosotros mismos y a nuestro alrededor.
¿Qué tal si comienzas a practicar sonreír conscientemente tres veces por día: al desperar, al mediodía, antes de acostarte a la noche?
Practicar el autocuidado
Cuidarnos física, mental y emocionalmente es esencial para cultivar ese estado de bienestar que llamamos felicidad. El autocuidado puede incluir: dormir lo suficiente, comer una dieta saludable y participar en actividades de esparcimiento. 'No tengo tiempo para esas cosas' es sólo una excusa; seamos sinceros con nosotros mismos. Necesitamos darnos tiempo, permitirnos realizar acciones que favorezcan y potencien nuestro bienestar. Nadie externo puede hacer lo que no hacemos por nosotros mismos.
¿Qué te parece dedicar uno o dos días en la semana a revisar: tiempo y calidad de sueño, alimentación, actividad física y de esparcimiento? Y ajustar lo que necesitemos ajustar en esas áreas de bienestar.
Cultivar relaciones saludables
Rodearnos de personas empáticas, solidarias y positivas puede ayudarnos a levantar el ánimo y traer más alegría a nuestra vida.
Puede que, sin darnos cuenta, nos hallemos envueltos en relaciones poco saludables. En ese caso, necesitamos priorizar nuestro bienestar, lo que implica tomar distancia de aquello que no nos favorece, y comenzar activamente a construir vínculos más saludables. Recordemos que toda relación implica tiempo y una actitud positiva de ambas partes. Procuremos evitar juicios, reproches, sermones y escenas dramáticas innecesarias cada vez que nos encontramos o nos comunicamos telefónicamente con las otras personas. Abrámonos a dialogar sin juzgar, a escuchar y a compartir lo que pensamos y sentimos, con respeto y empatía.
¿Qué te parece visitar, al menos una vez por semana, amigos o familiares que potencien tu bienestar? Y si no es posible visitarlos, conectar con ellos telefónicamente.
Da pequeños pasos hacia tus objetivos
Lograr pequeñas metas que estén alineadas hacia un objetivo mayor puede darnos una sensación de logro, fortalecer nuestra autoestima y aumentar nuestra felicidad. Seamos pacientes y realistas. Trabajar por nuestros objetivos requiere tiempo, actitud positiva y perseverancia. Que los errores y contratiempos no nos desanimen demasiado. De hecho, todo lo que pasa entre el inicio del proceso y alcanzar nuestros objetivos, entra dentro del proceso. Necesitamos aprender a disfrutar también del paso a paso del proceso y no sólo de llegar a la meta.
En ocasiones puede que nos sintamos estancados o desorientados. En el primer caso, podríamos preguntarnos qué miedos concretos nos impiden avanzar. En el segundo caso, podemos preguntarnos qué es lo que realmente queremos, y luego preguntarnos qué es lo que más nos conviene —lo que puede coincidir o no con lo que queremos—. Hacer una lista de pros y contras puede ayudarnos a clarificar cuál es el objetivo al que daremos prioridad.
¿Qué tal si haces una lluvia de ideas de objetivos para tu año en curso, y luego analizas pros y contras de cada uno hasta decidir cuál eliges para darle prioridad? Luego, plantéate pequeñas metas que se encaminen hacia ese objetivo. No olvides revisar periódicamente (por ejemplo cada 3 meses) cómo vienes con el proceso, para ajustar lo que necesites ajustar y también para celebrar pequeños logros.
Recordemos que la felicidad no es algo que podamos encontrar o adquirir, sino algo que debemos crear activamente en nuestras propias vidas. Al practicar la gratitud, sonreír, cuidarnos, cultivar relaciones saludables y establecer y trabajar hacia objetivos alcanzables, es una manera concreta en que podemos crear más felicidad en nuestras vidas y, de paso, contagiarla a nuestro alrededor.
Hasta la próxima,
Marcelo Aguirre
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