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De la resistencia al cambio a fluir con la vida

Foto del escritor: Marcelo AguirreMarcelo Aguirre



Inspirado por el viejo y sabio filósofo griego, Heráclito de Éfeso, François de La Rochefoucauld dijo una vez: 

«Lo único constante en la vida es el cambio».

Sin embargo, paradójicamente, tendemos a vivir como si el cambio fuera una excepción. La resistencia al cambio es una experiencia profundamente humana. Nos aferramos a lo que conocemos, incluso cuando nos causa dolor, incomodidad o estancamiento.


Quienes tenemos la dicha se ser terapeutas, coaches o buscadores del desarrollo personal, todos hemos enfrentado alguna vez la paradoja de desear una transformación y observar al mismo tiempo la resistencia a tal transformación, ya sea en nuestro trabajo acompañando a otros o en nuestro propio proceso de desarrollo. ¿Por qué nos resulta tan difícil, a veces, hacer cambios? ¿Y cómo podemos aprender a aceptar la naturaleza siempre cambiante de la vida en lugar de resistirnos y —directa o indirectamente— luchar contra ella?


La frustración de una falsa seguridad


Los terapeutas suelen sentir una profunda frustración al trabajar con clientes que desean cambiar pero permanecen atados a sus viejos modos de funcionamiento. Usando una popular metáfora, podríamos decir que muchas veces las personas se aferran a sus problemas como se aferran a sus viejos abrigos porque no se imaginan cómo serían sin ellos. Lo que es bastante frecuente de observar en los procesos terapéuticos y de desarrollo personal (Zeig et al., 1990).

 

Esto resalta la falsa seguridad emocional que muchas veces encontramos en lo conocido y familiar, incluso cuando ya no nos sirve y/o conlleva más mal que bien para nuestras vidas. Como buscadores del desarrollo personal, vamos aprendiendo a reconocer los patrones que nos frenan —una relación tóxica, hábitos poco saludables o creencias auto-limitantes—, y luchamos por soltarlos. ¿Por qué nos resulta difícil dejar estos patrones nocivos atrás? Porque el cambio exige entrar en la incertidumbre, un lugar que nuestras mentes a menudo asocian con peligro. Muchas veces sentimos que es más fácil quedarse en la incomodidad de lo conocido que arriesgar y apostar a lo desconocido, incluso si lo desconocido contiene la posibilidad de transformación y liberación.


La resistencia al cambio se manifiesta de formas sutiles como la procrastinación, el exceso de racionalización, o una voz interior que susurra: «Tal vez aún no estoy listo». Tanto para terapeutas como para consultantes, este baile entre querer cambiar y resistir al cambio es familiar, aunque —hay que decirlo— muchas veces también exasperante. Superar el miedo y la resistencia al cambio requiere paciencia, introspección y una firme disposición a transformar las emociones subyacentes que alimentan la resistencia.



Las raíces de la resistencia al cambio


La resistencia al cambio a menudo surge del miedo. ¿A qué? El miedo tiene muchas máscaras; el miedo a lo desconocido, al fracaso, e incluso al éxito puede paralizarnos.


La neurociencia demuestra que nuestros cerebros están diseñados para conservar energía y mantener el equilibrio, la homeostasis. El cambio interrumpe este equilibrio, en tanto requiere al organismo un mayor gasto de energía, esfuerzo, atención y adaptabilidad, lo cual puede resultar abrumador para el cerebro (Doidge, 2007).


Además, nuestra identidad y sentido del yo suelen estar entrelazadas con la realidad a la que estamos habituados. Es por eso que dejar atrás viejos patrones puede sentirse como renunciar a una parte de nosotros mismos. Por ejemplo, alguien que siempre ha sido el cuidador de otros podría resistirse a establecer límites en su entorno porque ello desafía su sentido de autoestima; «Soy valioso porque cuido de los otros». De igual manera, alguien con altos estándares de logros —sobreexigente— puede resistirse a desacelerar para relajarse y disfrutar, temiendo que su valor personal disminuya; «Soy valioso en tanto me mantengo competente y productivo».


El miedo a dejar de ser uno mismo por abrazar el cambio se ve acentuado por ciertas narrativas culturales que idolatran la estabilidad de lo conocido y la certeza de lo predecible. A menudo se nos ha dicho que debemos encontrar nuestro lugar en el mundo, como si la vida fuera un conjunto de coordenadas estáticas. Pero la vida no es un destino fijo; es más bien un viaje que cambia y evoluciona constantemente. Reconocer que la naturaleza de la realidad es el movimiento puede ayudarnos a despegarnos de la ilusión de permanencia e ir soltando la temerosa resistencia al cambio.


Abrazar la impermanencia universal


En la filosofía budista, la resistencia al cambio se considera una fuente de sufrimiento. El Buda enseñó que todas las cosas son impermanentes; por lo que aferrarse a lo transitorio no sólo que no impedirá el cambio sino que creará un innecesario dolor. La realidad misma nos invita a aceptar el flujo natural de la vida, que es siempre cambiante y muchas veces impredecible. De hecho, no existiría nada como lo conocemos si no estuviese constantemente cambiando y moviéndose; tal como está cambiando y moviéndose ahora mismo, mientras lees este texto, desde la partícula subatómica más pequeña de cada cosa que existe en el universo hasta la galaxia más colosal, todo existe en y por el cambio.


Y, si bien no depende de nuestra voluntad que las cosas por sí misma cambien, sí depende de nosotros crear u otorgarle sentido al cambio. Al respecto, Pema Chödrön (2010, p. 63) dice con tanta simpleza como sabiduría: 

«Nada desaparece hasta que nos ha enseñado lo que necesitamos saber».

Una vez más: cuanto más nos resistimos al cambio, más prolongamos nuestro sufrimiento. Por el contrario, cuando abrazamos el cambio, nos abrimos al crecimiento, la libertad y la transformación.


Ahora bien, supongamos que decides entrar a un río. Imagina que en cierto punto estás lejos de la orilla, de pie en una corriente rápida, aferrándote a una roca con todas tus fuerzas. La corriente te empuja, y gastas toda tu energía solo para intentar impedir que la corriente te separe de la roca a la que estás aferrado. ¿Cuánto tiempo resistirás? Pero si sueltas la roca, puedes dejarte fluir con el río, permitiéndote ser llevado sin esfuerzo por la corriente; sólo debes intentar mantenerte a flote, seguir respirando y fluyendo. La vida es como ese río, y la resistencia al cambio es como aferrarte a la roca en medio de la corriente, lejos de la orilla. La corriente es inevitable; resistirla solo te terminará agotando y tarde o temprano la corriente te arrastrará.


Soltar, dejar ir, requiere confianza: confianza en el proceso de la vida y en nuestra capacidad para adaptarnos. Esta confianza en el fluir de la realidad puede cultivarse a través de prácticas concretas que nos empoderan al recordarnos nuestra resiliencia innata.


Siete pasos para superar la resistencia al cambio


Superar la excesiva resistencia al cambio requiere tanto autocompasión como coraje y acción comprometida. Los siguientes son siete pasos concretos que puedes seguir para flexibilizar tu resistencia al cambio:


1. Reconocer tu resistencia


El primer paso es la consciencia. Pregúntate:

  • ¿Qué estoy resistiendo?

  • ¿Qué miedos o creencias me mantienen atrapado en una falsa seguridad?

  • ¿Cómo sería yo sin la resistencia al cambio que me sume en el estancamiento?

Reconocer tu resistencia, en vez de negarla, aceptarla, mirarla de frente, reduce su poder y crea en tu interior un espacio para la curiosidad y la exploración de lo nuevo. La resistencia al cambio no es algo de lo que debas avergonzarte; es un maestro que te muestra dónde necesitas crecer.


2. Cultivar la autocompasión


Muchas personas resisten el cambio porque se juzgan con dureza. Por el contrario, te invito a tratarte con amabilidad. Como dice la Dra. Kristin Neff (2011, p. 13): 

«Autocompasión es simplemente aceptarte a ti mismo con un corazón abierto, y tratarte con la misma amabilidad y cuidado que ofrecerías a un buen amigo». 

La resistencia al cambio es parte del ser humano. Está bien ir flexibilizándonos y abriéndonos de a poco, honrando nuestro propio ritmo.


3. Dar pequeños pasos


Los grandes cambios pueden resultar abrumadores, así que suele ser una mejor opción empezar de a poco. Divide tus metas en pasos manejables y celebra cada victoria. Los pequeños logros generan mayor impulso a avanzar y fortalecen tu confianza.


4. Practicar Mindfulness


La práctica del mindfulness —meditación de la atención plena— nos enseña a permanecer presentes con curiosidad y apertura, sin juzgar. Cuando notes que surge en ti la resistencia al cambio, simplemente obsérvala, sin criticarla. Nota dónde la sientes en tu cuerpo —quizás como tensión en el pecho, o una molestia en la panza, o dolor de cabeza, etc.— y respira inhalando hondo y exhalando largo, llevando tu atención a esa sensación corporal, con la intención de reconocerla con cada inhalación y dejarla ir con cada exhalación.


5. Reformula el miedo


En lugar de ver al cambio como una amenaza, considéralo una oportunidad. Pregúntate:

  • ¿Qué podría ganar al aceptar este cambio?

  • ¿Cómo podría este cambio enriquecer o dar otro sentido a mi vida?

  • ¿Qué fortalezas y aprendizajes podría incorporar al abrazar este cambio?


6. Apóyate en otros


Los cambios más difíciles y desafiantes son más llevaderos con un apoyo adecuado. Comparte tu viaje con amigos de confianza, un terapeuta o un grupo de pertenencia. Permitirte mostrar tu vulnerabilidad en un espacio seguro fomenta la conexión con aquellos que te conocen, respetan y quieren de verdad, y esa conexión fortalece tu determinación a cambiar, incorporar aprendizajes y adaptarte a nuevos horizontes.


7. Abraza el proceso


El cambio rara vez se presenta como un evento único; sino más bien como un proceso continuo. Aprecia y celebra tus avances, por modestos que parezcan, no solo los grandes resultados. Cada paso adelante, grande o pequeño, es valioso.


***


Finalmente, aceptar el cambio significa confiar en el desarrollo natural de la vida. Como dijo Alan Watts (2011, p. 41): 

«La única manera de darle sentido al cambio es sumergirse en él, moverse con él y unirse a la danza». 

Te invito a soltar la roca a la que estás adherido por miedo. Te invito a permitirte fluir con el río de la vida. Te invito a confiar en el proceso, por desconcertante que a veces parezca. Recuerda que el cambio es un hecho a aceptar, no un enemigo con el que luchar; el auténtico enemigo es la resistencia innecesaria, la rigidez mental, la falta de confianza en el proceso, el miedo en sus formas más nocivas: control excesivo, huída compulsiva, estancamiento en lo malo conocido. Por el contrario, a medida que aprendemos a fluir, nos liberamos para crecer y desarrollar nuestro pleno potencial.


Hasta la próxima,

Marcelo Aguirre



Referencias

  • Chödrön, P. (2010). When Things Fall Apart: Heart Advice for Difficult Times. Shambhala.

  • Doidge, N. (2007). The Brain That Changes Itself: Stories of Personal Triumph from the Frontiers of Brain Science. Viking.

  • Neff, K. (2011). Self-Compassion: The Proven Power of Being Kind to Yourself. William Morrow.

  • Watts, A. (2011). The Wisdom of Insecurity: A Message for an Age of Anxiety. Vintage

  • Zeig, J. K.; Gilligan, S. G.; Erickson, M. H. (1990). Brief Therapy: Myths, Methods, and Metaphors. Psychology Press.



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