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Foto del escritorMarcelo Aguirre

El Eneagrama de las Virtudes (versión actualizada)



«Desapegarse de los deseos... va más allá de un desapego del placer y del dolor: se aplica además a las formulaciones mentales de vicio y virtud. El hombre que es virtuoso en forma tradicional no está más libre ó más abierto a su verdadero ser que el que cae presa de los automatismos del deseo. Pues dice un proverbio hindú: ‘Un ruiseñor en jaula de oro no es más libre que otro en jaula de hierro’». ~ Claudio Naranjo (1992) Psicología de la Meditación

Etimológicamente, ‘virtud deriva del término griego ‘areté’, que significa ‘perfección y excelencia’ y también ‘pericia y arte’. Su traducción latina es: ‘virtus’ que significa ‘fuerza que se abre camino, justicia, honestidad y belleza moral’. De esta última deriva directamente nuestro vocablo en español.


Originada en Aristóteles y reforzada en la Escolástica, se ha hecho tradicional la definición de la ‘virtud’ como el ‘hábito operativo de hacer el bien’. Esto es, el hábito de practicar voluntariamente lo moralmente correcto en un determinado contexto sociocultural.

Esta noción tradicional de virtud es la que ha dominado durante siglos nuestra educación occidental ligada, particularmente a partir de la Reforma Protestante, al voluntarismo exagerado, la disciplina rigorista y las penitencias impuestas y auto impuestas con fines supuestamente éticos y pedagógicos. Está claro, por otra parte, que en nuestro tiempo esta noción de la virtud ha caído en desuso. Hoy se prefiere hablar de ‘valores’ más que de virtudes, puesto que los valores sirven más para inspirar acciones y cambios saludables, mientras que la noción tradicional de virtud está más asociada al voluntarismo y al rigorismo que a una inspiración motivadora.


La noción espiritual de la virtud, tal como nos lo propone el Eneagrama y que aquí presentamos desde nuestra perspectiva, es diferente de aquella noción tradicional. En concordancia con la raíz latina de virtud, tanto para para la filosofía oriental como para la espiritualidad y la mística en general, la persona virtuosa es aquella que obra, no partir de un hábito adquirido a fuerza de voluntad, sino a partir de la ‘energía ó fuerza interior’ que brota de una consciencia despierta. La virtud entendida en este sentido es como una llama viva que transforma, mueve, produce cambios, pero siempre desde adentro hacia fuera, desde la motivación correcta del corazón que busca hacer el bien, y no desde fuera, como el ego que se esfuerza para construir una fachada aceptable, para agradar y complacer las miradas de los otros significativos.


LAS FALSAS VIRTUDES

En los distintos estilos de personalidad podemos hallar falsas virtudes. Éstas son cualidades naturales de cada eneatipo que, aún siendo positivas y valiosas en sí mismas, son frecuentemente utilizadas por el ego para agradar y/o manipular (me gusta decir que la manipulación es el arte por excelencia del ego). De allí que estas cualidades que a cada eneatipo les resultan ‘naturales y sin esfuerzo’, le sirven para dar una imagen socialmente aceptable, pero no van más allá de eso, es decir, está lejos de ser una cualidad espiritual.

En el Uno hallamos lo que Naranjo ha llamado irónicamente una ‘virtud enojada’. Utilizando la formación reactiva como mecanismo de defensa principal, desde niño fue construyendo una fachada de autocontrol, disciplina y rectitud que lo caracterizan pero que están lejos de hacerlo feliz, sino todo lo contrario: cuanto más se esfuerza por ser virtuoso, más siente crecer dentro de sí el resentimiento y el enojo hacia los demás, porque los otros ‘no hacen lo que deben’; y hacia sí mismo, por no estar nunca a la talla de su superyóica exigencia interna.


En el Dos podemos encontrar una seductora generosidad que le es natural. Pero pese a su fachada de filantropía, capaz de ofrecer ayuda a los que lo rodean (incluso al que no le pidió ayuda), el ego Dos sustenta una no reconocida necesidad de afecto y valoración, que hace de esa misma ayuda y sacrificio por el otro una herramienta de seducción y manipulación para obtener reconocimiento y valoración.

En el Tres destaca una cualidad ejecutora capaz de potenciar al máximo los propios recursos, siendo así que incluso con poco ó muy poco es capaz de brillar lo suficiente para sobrevivir en medio de la cada vez más selvática competencia social, y captar la mirada de los demás. Pero cuando su consciencia está dormida y desconectada del auténtico sí-mismo, sus logros no llegan a proporcionarle satisfacción profunda ni un sentido a su existencia.


En el Cuatro encontramos una marcada sensibilidad para empatizar con el dolor y sufrimiento del otro, pero detrás de ello se encuentra soterrado un cierto apego al dolor emparentado con una baja estima de sí.


En el Cinco encontramos una objetividad serena para tratar los problemas cotidianos. Pero cuando la consciencia está dormida, lejos de ser una auténtica sabiduría espiritual, esta cualidad es utilizada por el ego para enmascarar una insana desconexión y aislamiento afectivo que le permiten ver a las personas y circunstancias sin dejarse tocar por la experiencia, lo que a su vez incrementa su desconexión.


El Seis suele gozar de un innato olfato para detectar la injusticia y la falsedad. Pero debajo de ello muchas veces se esconde una suspicacia de tipo paranoide, al punto que aún rodeado de gente, como le gusta, no llega a confiar ni a vincularse profundamente con los otros, en los cuales siempre hallará una razón para desconfiar.


En el Siete encontramos una característica capacidad para abarcar múltiples proyectos y perspectivas. Pero detrás de esa amplitud mental muchas veces asoma un trasfondo de ansiedad por la cual planifica mucho y concreta poco, con el desgaste de energía y la frustración que eso conlleva.


El Ocho suele ser naturalmente directo y firme en su modo de comunicación. Sin embargo, ello es muchas veces utilizado por el ego para justificar una insensibilidad ó falta de tacto, y para conseguir conservar el dominio de la situación, y no siempre por un auténtico interés por la verdad y la justicia.


El Nueve parece estar lleno de paz y amor, dada su característica adaptabilidad y capacidad para desaparecer en medio de los demás. Pero detrás de esa fachada de armonía interna, el ego esconde un profundo adormecimiento psicoespiritual. Y ese intento de sostener la inercia, y no ser molestado en su ‘santuario interior’, el principal narcótico que le impide hacer cambios importantes y saludables.

Vemos, pues, que todos los eneatipos gozan de cualidades que les son connaturales y que surgen en cada uno espontáneamente, sin esfuerzo. Pero estas, aún siendo valiosas, están lejos de ser las cualidades espirituales que llamamos ‘virtudes’. Dado que si no media un verdadero despertar de la consciencia, estas falsas virtudes sólo serán meras conductas socialmente aceptadas, utilizadas por el ego, al servicio de sus ‘motivaciones deficitarias’, como las llama Naranjo, esto es, las nueve las pasiones dominantes.

LAS VIRTUDES ESENCIALES

Desde la perspectiva del Eneagrama, las virtudes son manifestaciones del auténtico Ser o Esencia; son la contracara de las pasiones del ego. Éstas últimas están basadas en los tres venenos, como se los llama en la tradición budista: ignorancia, avidez y aversión (Naranjo, 2008, Carácter y neurosis); esto es, la ignorancia o falta de conocimiento de sí-mismo, la avidez de lo agradable y superfluo, y la aversión de lo temido y desconocido.


Por su parte, las virtudes, en tanto brotan de la Esencia o auténtico Ser, en una consciencia despierta, constituyen las motivaciones más profundas y auténticas del ser humano, opuestas a las motivaciones deficitarias del ego, las pasiones. Y si atendemos a la mencionada tradición budista, encontramos como opuestos a los tres venenos del ego, los siguientes tres pilares espiritules: la mente despierta (opuesta a la ignorancia de sí mismo); la confianza básica (opuesta a la aversión-temor); y el desapego (opuesto a la avidez-deseo).


Si atendemos a la tradición sufí, tenemos que cada ser humano es depositario de todos los atributos divinos. Empero, uno de ellos brilla en cada individuo con una intensidad peculiar. Es así que cada persona está llamada a manifestar en el mundo alguno de los ‘rostros’ de Dios. Esos rostros divinos habitan potencialmente en nuestro interior; son las manifestaciones de la Esencia: las virtudes y las ideas santas o ‘trascendentes’ —como prefiero llamarlas—. Sin embargo, las virtudes e ideas trascendentes, aunque las tenemos todas potencialmente, como semillas en nuestro interior, no se manifiestan en nuestro funcionamiento cotidiano si las pasiones y fijaciones han asumido el control de nuestra vida, lo que ocurre cuando nuestra conciencia está dormida, y vivimos en piloto automático.


En suma, el cultivo de las virtudes —puesto que son cualidades espirituales, manifestaciones de la Esencia o auténtico Ser y no una conquista del esfuerzo titánico del ego por hacerse virtuoso— consiste esencialmente en permitir que ellas se manifiesten, y para ello, el trabajo interior se centrará en remover los obstáculos —pasiones y fijaciones— que impiden su manifestación en nuestro funcionamiento cotidiano, en nuestros pensamientos, emociones y acciones.


Nótese que a medida que las virtudes van manifestándose en nosotros, también lo hacen las ideas trascendentes, y al mismo tiempo se reafirma un modo de funcionamiento más consciente y saludable, señalado por el punto de seguridad al que apuntan las flechas del Eneagrama, como lo veremos a continuación.



1. SERENIDAD

«En el verano hace calor; en el invierno hace frío; sonrío» ~ Kohan Zen.

La virtud de la Serenidad, en el plano de la Esencia, es opuesta a la pasión de la Ira, en el plano del ego. Gracias a esta virtud, la implacable auto-exigencia y el perfeccionismo (fijación) del Uno dan paso a la experiencia de la aceptación serena de la realidad tal y como se manifiesta, con sus ritmos y tiempos propios, con sus luces y sombras. En el proceso del despertar de la consciencia, mediante el constante trabajo de auto observación, y particularmente gracias a la práctica sostenida de la meditación, el Uno es capaz de advertir que detrás del caos y la imperfección aparente, el universo es perfecto (idea trascendente) (lat. perfectum = completo), y como un ‘todo’ está ordenado y cada cosa tiene un sentido a la luz del todo, y por eso es posible descansar y confiar, dejar ser, y disfrutar más (el Uno deja surgir aspectos saludables del Siete).



2. HUMILDAD

«Humildad no es pensar que tú mismo eres menos, sino pensar menos en ti mismo» ~ Lewis.

La virtud de la Humildad (del lat. “humus” = tierra) es la contracara de la pasión del Orgullo. Así como la tierra no puede ser generosa ni dar fruto sin agua, sol y cuidado, así también en su progresivo despertar de la consciencia, el Dos va aprendiendo a reconocer que no sólo tiene mucho para dar, sino que también tiene necesidades concretas y legítimas de afecto, valoración, aceptación. Particularmente a través de la práctica de la meditación, el Dos va experimentando que el Ser es Libertad (idea trascendente) para quien se acepta a sí mismo, sin ponerse por encima ni por debajo de los otros. Este reconocimiento hace que aquello que se brinda al prójimo surja, no ya de una generosidad egocéntrica (fijación), sino de una auténtica empatía con las carencias de los otros (el Dos deja surgir aspectos saludables del Cuatro), sin dejar de lado el cuidado de sí mismo.



3. AUTENTICIDAD

«Ser auténtico es vivir con sencillez de corazón, simple, sin deseo de lograr, alcanzar, o ganar algo» ~ Krishnamurti.

La virtud de la Autenticidad (del gr. “autós” = él/ella mismo/a) es opuesta a la pasión de la Vanidad, un constante esfuerzo por brillar, exagerando los aspectos propios más positivos y logros, y ocultando o minimizando las fallas. Gracias al trabajo personal de introspección sincera, el Tres va dejando de lado el auto-engaño (fijación) de la identificación con la máscara, el ego, para contemplar la belleza y simplicidad del Ser, más allá de la máscara, lo que le permite mostrarse con mayor sinceridad y espontaneidad. Gracias a la meditación, el Tres poco a poco deja de verse como un actor independiente que debe construir su propio destino, esforzándose y compitiendo por el reconocimiento de los otros, y comienza a contemplar al Ser como Armonía (idea trascendente) y a sí mismo como una parte dentro de tal armonía universal, de modo que ya no está solo contra el mundo, sino formando parte de un despliegue mayor. Su vida por fin halla un sentido trascendente, más allá de sus logros y fallas. Ya no piensa sólo en sus metas, sino también en el bienestar de los otros, con menos competencia y más cooperación (deja surgir aspectos saludables del Seis).



4. ECUANIMIDAD

«Que no te entristezca el pasado ni te inquiete el futuro; contempla a fondo lo que está pasando ahora» ~ Buda.

La virtud de la Ecuanimidad (del lat. ‘aequus’ y ‘ánimus’ = equilibrio del ánimo) se opone a la pasión de la Envidia. Esta virtud es esencial en toda vida espiritual auténtica y fecunda. La ecuanimidad es la capacidad de abordar las experiencias en el ‘justo medio’ —como dice Aristóteles—. Esta virtud surge cuando, mediante el progresivo despertar de la consciencia, la mente logra escapar del ‘canto de las sirenas’ —como dice Don Riso—, esto es, la insatisfacción permanente y la melancolía (fijación). Particularmente durante la meditación, el Cuatro logra contemplar la propia existencia arraigada, sólidamente asentada en el Origen (idea trascendente), el Ser, del que brota toda energía creadora, belleza y plenitud. Así, poco a poco la gratitud reemplaza a la envidia e insatisfacción, lo que a su vez motiva al Cuatro a comprometerse activamente con acciones concretas (aspecto saludable del Uno) que sostengan su propio bienestar.



5. GENEROSIDAD

«Todo lo que sale de ti, regresa a ti; atiende más a lo que vas dar, que a lo que vas a recibir» ~ Dalai Lama.

La virtud de la Generosidad se opone a la pasión de la Tacañería. El aislamiento (fijación) es un intento del ego Cinco para evitar sentirse vacío, drenado por las demandas de los otros, y así conservar su tiempo, espacio y autonomía. De allí surge su típica tendencia a reducir al mínimo tanto sus necesidades como su expresividad. La Generosidad (del lat. ‘genus’ = género, raza) consiste en un doble aspecto: por un lado, reconocer que, de alguna manera, la riqueza de la humanidad toda habita en el interior de cada individuo —como bien lo expresa, según Carl Jung, la riqueza del inconsciente colectivo—. Saborear internamente la Conexión (idea trascendente) que existe entre sí mismo y toda la humanidad, le permite al Cinco compartir de esa misma abundancia del Ser con todos los hombres. La conciencia despierta, en efecto, llega a entender que los bienes espirituales sólo se conservan, e incluso crecen, si se los comparte con los demás. Así, los Cinco se sienten impulsados a asumir un rol generosamente proactivo (aspecto saludable del Ocho) en el mundo, procurando compartir su conocimiento y otros recursos, en lugar de simplemente aislarse y acumularlos.



6. FORTALEZA

«Hay más fortaleza en resistir que en atacar» ~ Tomás de Aquino.

La virtud de la Fortaleza se opone a la pasión del Temor. Esta virtud está intrínsecamente ligada a lo que Almaas denomina ‘confianza básia’. La confianza básica no es un concepto sino una experiencia humana primaria. La experiencia de ser sustentados, soportados, por el Ser; esta experiencia de la confianza básica se asemeja al hecho —normalmente no consciente— de simplemente dejar caer el peso de nuestro cuerpo sobre el suelo firme. Por otra parte, esta virtud está conectada con la idea trascendente de la Fe (del lat. ‘fides’ = confianza); esto es, la confianza en que el Ser, más allá de los cambios y contingencias del mundo. De allí que una de las prácticas espirituales directamente relacionadas con el cultivo de la Fortaleza y la Confianza/Fe es la meditación de la montaña —una de mis favoritas—. La montaña es capaz de afrontar los cambios de las estaciones, permaneciendo la misma, asentada sobre sus propios cimientos. Del mismo modo, cuando el Seis conecta con el Ser en su interior, deja de dudar de todo (fijación), y permite que surja en su interior el aplomo (cualidad saludable de los Nueve), gracias al cual puede relajarse y disfrutar del aquí y ahora.



7. MODERACIÓN

«La moderación significa mirar la realidad de frente, sin impaciencia, sin prisa, sin escapar a la fantasía o a la ostentación» ~ Sandra Maitri.

La virtud de la Moderación (del lat. ‘moderor’ = señalar el tiempo, el modo y la regla) es opuesta a la pasión de la Gula. Esta última está íntimamente ligada a una imaginación siempre inquieta y entusiasta, al servicio de la Planificación (fijación) de múltiples nuevas experiencias, como un mecanismo maníaco para escapar del lado doloroso de la existencia hacia múltiples distracciones. A medida que el Siete empieza a comprender, particularmente gracias la práctica de la meditación, que la evitación del dolor sólo lo incrementa; y que, además, el auténtico placer en la vida no está tanto en la cantidad y variedad de opciones sino en la calidad y profundidad de cada experiencia, se permite saborear cada experiencia, focalizándose (cualidad saludable del Cinco) en el aquí y ahora. Es así que comienza a alinear sus acciones y decisiones hacia un Plan (idea trascendente) con propósito integrador, que va más allá del corto plazo y da significado al todo de su existencia, incluyendo lo placentero y también lo doloroso.



8. COMPASIÓN

«Tu propósito es entenderte profundamente a ti mismo y, a través de ese entendimiento, abrir tu corazón a la compasión por ti mismo y por los demás» ~ Sandra Maitri.

La virtud de la Compasión (del lat. ‘cum y ‘passio’ = sentir con [el otro]), se opone a la pasión de la Lujuria (del lat. ‘Luxare’ = romper un hueso). Esta última implica un exceso o desmesura que produce daño o sufrimiento. En el plano del ego, está íntimamente conectada con la Venganza (fijación), cuyo lema es ‘Ojo por ojo, diente por diente’. Por el contrario, cuando la conciencia del Ocho comienza a despertar, particularmente gracias a la práctica de la meditación del amor compasivo —otra de mis prácticas favoritas—, siente que no es necesaria la venganza. El compasivo Ocho es capaz de contemplar la Verdad (idea trascendente) de la naturaleza común que compartimos todos los seres humanos por igual. Y puede distinguir la justicia de la venganza, asumiendo que cada quién es libre de elegir sobre sus acciones, pero ninguno está libre de las consecuencias de las mismas, de modo que cada uno, de un modo u otro, cosechará lo que ha sembrado. Al abandonar el impulso de venganza, el Ocho puede dar lugar a la comprensión (cualidad saludable del Dos) de las circunstancias desde las cuales los otros hacen lo que hacen, e incluso puede sentir el genuino impulso de ofrecerse a ayudar (otra cualidad saludable del Dos), de ser posible, a los que ha podido comprender en vez de juzgar.



9. DILIGENCIA


Para los Nueve les propongo este mantra:

«Salgo de la comodidad y del anonimato, para asumir un rol activo en el desarrollo y la promoción de mis talentos y capacidades».

La virtud de la Diligencia (del lat. 'diligere' = amar con predilección) es opuesta a la pasión de la Pereza. Detrás de la apariencia de paz y armonía generalizada de los Nueve, se esconde el Olvido de sí (fijación), lo que lo lleva a la inercia y a la procrastinación. En el fondo, el ego Nueve no logra amarse a sí mismo lo suficiente porque no se conoce, y por lo tanto no valora sus cualidades más profundas. Se cree alguien ‘común’, y pierde de vista que cada ser humano es único e irrepetible, e intrínsecamente valioso. Cuando logra atisbar esto, particularmente gracias a la práctica de la meditación, el Nueve comienza a comprometerse con sus propios valores y a realizar acciones concretas orientadas a amarse y cuidarse a sí mismo, esto es la virtud de la Diligencia. Al hacerlo, su auto estima se incrementa (cualidad saludable del Tres) y siente que tiene algo propio y significativo para aportar al mundo.

* * *


En palabras de Aristóteles, ‘La auténtica virtud es capaz de hacer feliz al hombre’. El Eneagrama de las Virtudes nos señala un camino que, lejos de basarse en el rigor y el voluntarismo, apunta a simplemente, como decía Heidegger: ‘Dejar ser al ser’; a dejar surgir aquella riqueza que habita en nuestro interior, expresión de nuestro auténtico ser, es quizás el aporte más valioso que tenemos para ofrecer a este mundo.


Hasta la próxima,

Marcelo Aguirre



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